El ensayo de Israel para Eurovisión se convierte en un campo de batalla simbólico, donde los abucheos del público y los aplausos falsos de la organización se entrelazan en una tensa atmósfera. La controversia sobre la participación de Israel en el concurso alcanza su punto álgido cuando el público expresa su descontento por la situación en Gaza, marcando cada momento de la actuación con sus protestas sonoras.
Los vídeos virales de esta reacción se propagan rápidamente por las redes sociales, desatando un torrente de opiniones encontradas. Mientras algunos usuarios expresan su solidaridad con el pueblo palestino y rechazan la participación de Israel en el certamen, otros defienden a la representante israelí, Eden Golan, argumentando que ella no tiene responsabilidad en el conflicto político.
Este enfrentamiento virtual refleja las divisiones profundas que atraviesan la audiencia de Eurovisión, donde la música se convierte en un escenario para expresar posturas políticas y sociales. Mientras tanto, las medidas de seguridad especiales durante la semifinal subrayan la delicadeza de la situación, recordando que incluso en el mundo del entretenimiento, los conflictos geopolíticos pueden hacerse sentir con fuerza.